martes, 12 de febrero de 2013

Despedida para Zitita

Mi amada Zitita

Ni en la peor pesadilla me imaginé alguna vez que iba a estar escribiendo esto.

Llegaste ese Noviembre hace 7 años a nuestra familia. Te traje casi por accidente, mejor dicho.

De la oficina me fui al aeropuerto con la idea de traer sólo dos birmanos desde Argentina, y cuando te vi en esa jaulita, de 4 meses y medio, con un ojito chico y ronroneándome, supe que ibamos a estar juntas mucho tiempo. Fuiste "la llapa". (fui por 2 y volví con 3).

Otra persona te había devuelto, me decían que porque no te habías adaptado: seguro fue porque desde chiquita fuiste una vieja alegona ("te enojai por todo" te decía varias veces al día, igual que la canción) y porque alguna vez tuviste un Herpes bien agresivo que te dejó el ojito llorón para siempre. La gente por lo general no perdona pequeños defectos, exigiendo "perfección" como eligiendo una licuadora. Yo vi en ti tu esencia. En la imperfección a veces está lo bello también.

Alegona fuiste, y seguramente serías siendo, pues a pesar que los birmanos no son tan vocales, tu voz tenía mil matices, que me los sabía todos, incluyendo el de advertencia que ibas a abrir la puerta si te quedabas fuera del dormitorio a la hora de irse a dormir.

Con tu cola plumosa ondulando, te ponías tan contenta cuando te dabas cuenta que empezaba a apagar las luces y que era hora de dormir. Entonces corrías la loca carrera de todos los días de quién llegaba a la cama primero (tú o la Veda), la primera que llegaba era la que se quedaba a dormir ahí toda la noche.



Para lo gruñona que siempre fuiste, tuviste paciencia infinita con el Agus, al que creo siempre le dio nervio que fueras tan esponjosa. Te usó de cojín mil veces y aguantaste estóica los apretones de cachetes y tener a un niño cíclope sobre tus ojitos cantándote Zitita Pascuera Acuérdate de mi Me Porto bien en Casa también en el Jardín, con un entusiasmo tal que a cualquier otro gato le habría dado susto, igual.

Tu ojito calificaba para operación, abrir ese lagrimal con un catéter, pero decidí que iba a limpiar tu ojito de por vida para no ponerte en riesgo. Además que disfrutabas tanto cualquier acicalado. Este fin de semana iba a bañarte....Al margen de eso, eres la más preciosa de las gatas que hemos tenido. "The Former" ("la fundadora"). Mi hembra alfa de la manada. La que comía primero. La que dormía en la mejor cama. La que iniciaba (y terminaba) las peleas. La que de un solo vistazo dejaba tieso-petrificado a Domingo en lo que fuera que estuviera haciendo. La que se retiraba majestuosa como en cámara lenta con su cola bien orgullosa, pata a pata, imponiendo el orden en la casa. La que sacaba su flaite interior vez que había pescado a la hora de almuerzo. La patrullera nocturna que iba cama por cama revisando que estuviéramos bien dormidos, y ventana por ventana, que no hubiera intrusos. Bueno, salvo el gato vaca que llegó a la casa de enfrente hace un mes, que quedó prendado te ti y venía a verte por las ventanas hacia adentro todas las noches. Tú, la que exigía todas las mañanas pasar la lengua por los tazones con restos del yogurt. Que nos dio tantos momentos de risas y de emoción al recibir a tus muchos niños. Y algunas sorpresas, como "Domingo", que llegó sin aviso porque te fugaste de tu encierro abriendo una ventana de corredera (nunca sabré cómo lo hacías, para abrir todo tipo de puertas y ventanas) para irte a tu día de pasión con Carmelito, al que sólo pescabas para cruzarte. Claro, era el "marido" de tu "Comadre" Afrikita. De ahí que decíamos que en casa teníamos el gatu-reality "Pasiones y Mentiras" donde había de todo, drama, traición, amor, etc. etc.

Fuiste la que más cachorros ha tenido: puras divas regalonas, majestuosas, cercanas y distantes a la vez, y puros leones cabezones, enormes, infantiles y "choros" defensores de sus familias. Todos con tus ojos preciosos oscuros zafiro y tu suave pelo que nunca se enreda. Tanta guagua  te valió además los galones para que todos los demás entendieran su posición en la manada. Este año te ibas jubilada, para seguir los años que te quedaban de vida aburguesada y perezosa al margen de la crianza. Tu más que merecido descanso.


Ay...Tus exquisitos abrazos, peludos, gordos y cálidos. Tu frente apoyada en mi cuello. Tu cheek- to cheek con un suave ronroneo. Tu suave energía. Ahora vine a identificar cómo era, cuando abracé en la mañana con desesperación tu cuerpecito frío y sentí que ya no estabas ahí.



Personaje, dabas por terminadas las visitas de futuros dueños cuando -literalmente- se te paraba la cola. Llegabas al living y te llevabas una por una las guaguas, fueran tuyas o no. Alegando. "Se pueden ir retirando". No tenías que hablar para entenderlo. Había pocas personas que tu piel resistiera. Selectiva y celosa. Siempre al lado de mis tobillos, o sobre mi falda, o a mi lado durmiendo en la cama. Si las visitas no te gustaban, tomabas prudente distancia observando (y alegando) desde cierta distancia.

Tan inteligente, que estoy segura tenías conciencia de tu propia existencia. Cuando estábamos en Las Condes, todos los días te subías al WC a mirarte largamente al espejo. A tí misma. Aprendiste solita a abrir todo tipo de puertas y ventanas. Educadísima. Con sentido del humor y juguetona hasta en tus entrados años. Por esta razón, que eras el "garbo y la distinción" en 4 patas, y porque tu madre era Imperial Elegance, de una empingorotada línea de sangre inglesa, es que a tus hijos casi sin excepción le pusimos nombres de príncipes y princesas. Qué menos, para semejante progenitora.



Imposible olvidar cuando "te ibas al mall". Traías tus guaguas de a una sobre la cama para que te las cuidáramos y luego te desaparecías un par de horas dentro de la casa, o te acurrucabas al final encima de nosotros para un caluroso regaloneo con toda la familia.



Por estos días, te trenzabas en discusiones filosóficas que rápidamente pasaban a discusiones a grito pelado (sin golpes, como toda dama glamorosa que eres) con la Veda, por aclarar quién de las dos técnicamente era la madre de las guaguas. Pequeño detalle que las guaguas son abisinias de pelo corto y tú una esponjosa birmana. No era raro encontrarte durmiendo siesta enrollada lo más posible con tal de caber dentro del autito del Agus, con uno o dos abisinios agarrados de tus pechugas, aunque ni leche tuvieras. Bueno.



Contigo aprendí casi todo lo que sé de gatos en estos años. Fuiste mi compañera leal, incondicional y dulce que me hizo saber cada día lo mucho que me querías. Venías corriendo cuando te llamaba y te encantaba echarte en mis cosas. Tu olor y el mío. Contigo los pelos en la ropa fueron todo lo contrario a una molestia.
Eras tan digna que incluso a horas de haber parido tu pelo estaba perfecto como si nunca hubiera pasado nada. Siempre estabas ahí. Si estábamos viendo una película, echada al lado de nuestra cabeza en el sillón. En la silla de al lado a la hora de las comidas. Esperando sentada en la puerta a que llegáramos. Acostada a los pies de la cama de Agustín. Durmiendo al fondo de mi closet o en el cajón de mis pañuelos en los días calurosos. Tengo tu voz pidiendo que siga acariciándote ("continúa, mamá mala") sonando en mi memoria mientras te escribo.

Contigo lloramos todos y cada uno de tus bebés que partieron. Lloramos de emoción con tus ecografías y del milagro de la vida en cada nacimiento. Siempre me esperaste para tenerlos, confiaste en mi y con tu patita en mi mano y con tu carita de amor infinito trajimos a tus bebés al mundo. Partimos juntas a horas de la madrugada a cesáreas de urgencia. Salí corriendo de mi trabajo cada vez que necesitaste algo. Templaste a fuego mi fortaleza, cada vez que traté de salvar la vida de algunos cachorros con mis propias manos, cuando claramente venían para no quedarse en este mundo.



Fuiste casi literalmente, mi hija, mi compromiso contigo era total como tu amor a nosotros y me siento terrible de cómo terminó tu vida. Te imaginaba llegando a viejita tomando siestas al sol, que tuvieras una muerte tranquila y en paz con nosotros a tu lado para que no tuvieras miedo, pero el destino quiso que terminaras correteada en tu propia casa por un perro descuidado por sus dueños. Te encontré a pocos metros después de buscarte como loca por más de dos horas en la casa.



Espero no hayas sufrido y haya sido todo rápido.

Ahora no puedo sacarme el dejavu de encontrarte, en posición de intentar dar un paso, con una pequeña herida en el muslo y con la quijada quebrada. Debiste gritar, pero no estaba ahí para escucharte, para salvarte, para acompañarte. Me parte el corazón imaginar el momento y que no me hayas visto ahí. Que pasara todo esto estando solita. El miedo que debes haber tenido. El dolor que ese animal te haya causado.

Nada de eso debió haber pasado. Menos a ti. No me convenzo.

No es justo.

Me siento culpable de no haber estado para extrañarte antes de que pasara todo eso. Tú que siempre estabas ahí y que siempre por tí cualquier esfuerzo o cuidado no era demasiado.

Quedaste a cargo de alguien que en verdad no entiende lo importante que eras para mi, y el respeto que tenemos por la vida ajena en casa. Lo especiales y particulares que son todos y cada uno de uds. Cada uno con su carácter, con sus rarezas. Ella, que cree que -en verdad- su mentira descarada, evidente, insostenible es una excusa para justificar la negligencia causante de tu partida, y de paso marginarse del sufrimiento espantoso que nos causa tu partida como si nada pasara, como si tuviera el corazón de piedra.  Un ícono de lo vacíos y deshumanizados que estamos en Chile que nada se hace con pasión de por medio, que la gratitud y el cariño es mucho pedir. De lo poco que vale la palabra empeñada, la lealtad, la empatía, el compromiso.

Espero al menos esto sirva de testimonio para todos aquellos que tienen animales y que no se hacen cargo como deben de sus cuidados. De los dueños de perros que vagan sueltos por las calles, incentivados por diversión incomprensible y primitiva para atacar a otros animales, que entiendan el dolor y la gravedad que su descuido y negligencia provocan. Y para dueños de gatitos y otros animales, que ninguna medida es excesiva para prevenir que su mascota más querida termine de esta manera su vida, en las fauces de un animal , dentro de su propia casa.

Mi Zitita, mi Ex-qui-Zita, te pedimos sentidas disculpas, mil disculpas por no dejarte con un cuidador competente, te damos las gracias por todo lo que nos diste mi niña, te quedamos en deuda por siempre por cómo terminó tu vida.

Será imposible olvidar nada de ti, tu cálido abrazo, tu voz, tu humor, tu cara asomando por la cortina del baño, tu cola ondulante que lo decía todo. Tu espacio vacío sobre la cama desde hoy en la noche en adelante.

Te deseo un prado lleno de pastito largo , polillas y flores amarillas, mi niña. Y en verdad espero encontrarme contigo, en otro cuerpo, en otra vida.

Con el dolor de mi alma.... ¡Ay qué dolor que me dejas mi niña!.....¡Hasta siempre!, mi Zitita Pascuera.

Te amamos, tu papá, tu mamá, y Agustín,











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